No recuerdo desde cuándo empecé a ser así. Una persona que se puede enfadar por un millón de cosas, pero que a los dos minutos se le pasa.
Si tuviera que calificarlo de defecto o virtud, no sabría por cuál decidirme.
Aunque a veces resulte desquiciante para los demás, a mi me gusta el no poder irme enfadada a casa, el estar a los dos minutos bien con esa persona con la que haya tenido el problema, que no quede ni un resquicio de rencor ni de ese tonto enfado.
Sin embargo, desquicia, y lo sé. A veces (transcurridos esos dos minutos) yo tampoco entiendo qué se me ha pasado por la cabeza para enfardarme por esa tontería, y lamento más que nadie el no poder volver atrás en el tiempo para borrarlo y que nunca hubiera existido ese momento.
Intento cada día contenerme y respirar, y así no tener que lamentarme más por posibles enfados tontos de los míos.
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silbiditos!