Y poco a poco, hace 12 meses te fuiste colando.
Quizás no de la misma manera que hoy, pero hacías que tuviera ganas de llegar a casa para conectarme y saber un poquito más de ti. Porque no sabías ni la mitad de la mitad pero supiste hacerme sonreír cada día, esas sonrisas que necesitaba en esos momentos.
Apuraba hasta el último momento de irme a las clases de por la tarde por leerte decir una última gracia (recuerdo días concretos de aquello).
Como volvió a fastidiarme que mi hermana me echara del ordenador por las noches, porque siempre me echaba en el momento menos indicado, porque me quedaba con ganas de seguir hablando contigo, porque cuando hablaba contigo hasta me olvidaba de la realidad.
La realidad que me acompañaba todo el día y que sólo desaparecía cuando hablábamos, porque daba igual si hablábamos de vacas faralaes, del colegio, de fiestas o partidos donde habíamos coincidido, de pisotones en botas blancas nuevas...
Porque aunque yo era la única ciega, y por aquel momento todo el mundo lo veía claro, te fuiste colando de una manera tan silenciosa que ni yo misma me si cuenta hasta que lo tuve delante de mis ojos (pero eso ya fue después, de eso todavía no hace un año).
Sólo me daba cuenta de que me gustaba hablar contigo, que te buscaba en mi lista de contactos para empezar una de nuestras interminables conversaciones (eso si no me habías saludado tú ya)
poco a poco me fui haciendo dependiente hasta de tu forma de saludarme, porque hasta con tu simple "hola" ya me estabas transmitiendo tu buen rollo, tu alegría.
Una alegría que me sigues transmitiendo 12 meses después y que me transmites (por suerte) de muchísimas formas más.
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silbiditos!