miércoles, 1 de abril de 2009

la opción no elegida...


Ella..

Había soportado tantos golpes en el camino... Y sin embargo nunca se sintió más fuerte que antes de empezar toda esa locura. Nunca se sintió más protegida por sí misma, ni sintió que podía evitar futuros golpes. Quizá hubiera aprendido de sus vivencias, pero no sentía un escudo, ni siquiera una nueva dosis de reservas ante lo que pudiera venir.

Se sentía por ello algo estúpida, no sólo era tan tonta de caer en errores "predecibles", sino que ni tan siquiera era capaz de aprender de todas sus malas experiencias para no volver a cometer esos fallos, eso por no mencionar que no era capaz de mantener la promesa que se hacía una y otra vez a sí misma "por un tiempo basta de dolor, por un tiempo sólo tú y los tuyos".

Ella seguía cayendo una y otra vez, intentaba que sus amigos no se preocuparan demasiado y durante el último espacio de tiempo se había creado una careta, todos los días, al levantarse, se la ponía y no se la quitaba hasta que volvía a casa y entraba en su cuarto. Sólo las paredes de su rincón sabían lo que verdaderamente sentía. Desde hacía tiempo sólo esas cuatro paredes la oían llorar y veían su verdadera cara, conocían sus verdaderos sentimientos; pero las paredes no escuchan, no podían hacer nada por ella.

Ella retrasaba el momento de volver a casa, cuando no se encontraba allí todo era distinto, era otra realidad, la realidad que se había creado para huir; a veces sonreía de verdad, a veces incluso se llegaba a creer un poquito de la versión de la historia que ella misma se había inventado: que en realidad no estaba tan mal. Pero en cuanto ponía la mano en el pomo de la puerta de su habitación toda aquella alegría, toda la felicidad se desvanecía.

Ella, sin embargo, seguía esperando, esperaba allí. Era a lo que se había acostumbrado, a esperarle día tras día. Estaba convencida de que no volvería a por ella, pero era lo poco que le quedaba de humana: una chispa de fe. Lo demás, todo lo que ella fue, se había ido con él; no quedaba nada, comía lo justo y necesario, y por necesidad; y todo lo demás lo hacía para no llamar la atención, para ser coherente con la nueva vida que se había inventado.

Ella no había vuelto a aquel lugar, jamás. Lo había intentado en varias ocasiones, pero nunca estuvo lo bastante cerca ni como para ver ese sitio desde lejos, nunca. No podía, no quería afrontar estar allí sin él. Temía que si volvía sin él, también sus recuerdos se borrasen, era todo lo que tenía, no quería que ese lugar la viese allí de nuevo, pero esta vez sola. Todas esas veces había vuelto corriendo a casa, aguantandose el llanto sólo hasta abrir la puerta de su habitación.

Ella podría haber seguido así mucho tiempo, estaba empezando a acostumbrarse a esa doble vida, pero no quiso vivir un día más, no quiso afrontar la posibilidad de que él encontrara a alguien, no quería verlo, le quemaba la idea, le mataba por dentro. A sí que un día se levantó, hizo lo que hacía el resto de días (sólo ella sabía que sería el último) y puso fin a su dolor, no encontró otra manera, no quiso volver a intentarlo una vez más. Lo hizo como todo lo que hacía, sin llamar la atención; sólo dejó una pequeña nota donde explicaba todo lo que había sentido durante ese tiempo, donde agradecía a sus amigos que no preguntasen demasiado, donde se despedía de los suyos diciéndoles que les había querido, que ellos no tenían la culpa de eso, que no se lamentaran, que nadie habría podido hacer nada por ella ni aunque ella hubiera decidido contar su verdad. Pero ella se fue y su careta se quedó allí, nunca más fue sacada del cajón. Y aquel lugar sigue esperando a que vuelvan porque nadie le explicó lo ocurrido. Al igual que ella no tuvo valor para despedirse de ÉL...

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